Los dos ecuatorianos conquistaron el quinto pico más alto del mundo en un reto de velocidad, sin oxígeno de apoyo. Si bien, su organismo estaba preparado, un especialista no descarta la posibilidad de que su salud se afecte en el futuro.
Los ecuatorianos Karl Egloff y Nicolás Miranda cumplieron una hazaña, al escalar la quinta montaña más alta del mundo en tiempo récord. El Makalu, de 8 463 m, se ubica en Los Himalayas, en Asia, y estos deportistas extremos ascendieron hasta su cumbre en 17 horas y 18 minutos.
¿Cómo fue su travesía? ¿Cómo se debe preparar al organismo y qué daños colaterales producen este tipo de actividades físicas? Son respuestas que detalla el Dr. Carlos Bassante, especialista en Medicina del Deporte y docente de la PUCE. Explica que, “existe un mal entendido sobre el oxígeno, en relación con la altura. No es que en la altura hay menos, es que la presión atmosférica desciende”.
Cuando es más difícil respirar se obliga al cuerpo a generar respuestas. Si un individuo nace en un ambiente con poca presión, su organismo se acopla a este entorno. En este contexto, sube la producción de células en la sangre (glóbulos rojos) y hay modificaciones corporales, como el cambio en su sistema torácico (se vuelve más ancho) para inhalar cantidades más grandes de aire.
Una persona sometida al estrés de la baja presión, va a formar mayor cantidad de vasos sanguíneos para que sea más efectiva la circulación del oxígeno. Lo mismo ocurre con las células cuando se exponen a la hipoxia (falta de oxígeno en el cerebro). El ser humano promedio, empieza a mostrar molestias en sus órganos a partir de los 2 000, 2 400 y hasta 3 500 metros sobre el nivel del mar, “que son parámetros aún tolerables”. Egloff y Miranda superaron los 8 000 metros, donde la presión es mucho menor. “Escuché en una entrevista que caminaban pocos pasos y se tomaban pequeños descansos”, comenta el médico.
Las temperaturas extremas también afectan. Egloff indicó que en el camino había mucha nieve floja y el viento era tan fuerte que, en ocasiones, tuvieron que parar y taparse la cara para soportarlo. A decir de Bassante, la altura no solo es una limitante para el oxígeno, sino también la causante de una excesiva exposición a rayos ultravioletas e ionizantes. Se cambia el oxígeno por ozono, lo cual es muy perjudicial para la salud.
Otro factor a tomar en cuenta cuando el organismo se expone al frío extremo es que se queman más depósitos energéticos. A la par, el movimiento muscular es demandante, el corazón late de forma acelerada, aumentan las presiones sanguíneas y pulmonares. Aparece el edema pulmonar o mal de montaña. “Es como conectar una manguera delgada a la alta presión de un hidrante. Hay la posibilidad de que explote o se filtre agua por las paredes. Ese líquido se deposita en los pulmones y la persona puede fallecer”, aclara.
Con la demanda física se genera sudoración, que después se puede congelar y afectar a manos y pies. El frío obliga a tener un alto gasto energético para no morir, que perjudica al sistema cardiorrespiratorio y a las articulaciones.
Este entrenamiento transforma el organismo. Hay un crecimiento anormal de la parte derecha del corazón y los pulmones se exponen a presiones muy altas, lo cual los agota. Al finalizar, Egloff y Miranda bajaron lentamente y muy golpeados por las condiciones geográficas. El total de ascenso y descenso fue de 25 horas.
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