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El dolor crónico avanza como una epidemia silenciosa

Una de cada cuatro personas tiene dolor crónico. Estos pacientes afirman que las relaciones con la familia o amigos se rompen. Dos especialistas exponen sobre esta condición. Se presentó una guía con los tratamientos, que también toman en cuenta el factor emocional, para mejorar la calidad de vida.

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El dolor permanente causa problemas depresivos y ansiedad en quien lo padece. Fotos: Grünenthal / Pixabay

La Federación Latinoamericana de Asociaciones para el Estudio del Dolor (Fedelat) afirma que 190 millones de personas padecen dolor crónico en América Latina, lo que representa el 30% de la población e indica que un paciente con este tipo de afectación tarda dos años, en promedio, para recibir un diagnóstico idóneo. El dolor crónico es aquel que persiste o es recurrente por más de tres meses y suele acompañarse de un componente sicológico.

Frente a ello, expertos latinoamericanos en este mal advierten que la actual crisis sanitaria no solo ha dilatado su detección oportuna sino que, además, el 50% de quienes lo sufren no ha podido recibir un manejo y seguimiento apropiado. Esto responde a que la mayoría de los centros de salud ha tenido que priorizar la atención a pacientes con covid-19.

Joao García, presidente de la Fedelat, sostiene que esto agrava el estado de salud y el cuadro clínico de los enfermos, quienes pueden caer en la automedicación. “Es un impacto inmenso en términos de salud pública, porque hablamos de más de 90 millones de personas, cuya condición empeora todos los días”.

Según afirma Argelia Lara-Solares, jefa de Medicina del Dolor y Cuidados Paliativos del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición de México, “el dolor crónico se comporta como una epidemia silenciosa, sus secuelas son devastadoras por el grave deterioro funcional que ocasiona y el profundo impacto emocional, social y económico que tiene no solo para los afectados directos, sino para la sociedad en su conjunto”.

El dolor crónico limita las oportunidades de ser económicamente productivo, de tener relaciones familiares y sociales plenas y, en conjunto, de llevar una vida satisfactoria. De hecho, las personas que lo padecen tienen dificultades para mantener un estilo de vida independiente y son más propensos a trastornos emocionales, como ansiedad y depresión.

Esto ocurre pese a que el dolor crónico ha sido catalogado como una enfermedad en sí misma en la Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11, por sus siglas en inglés) y a que la Organización Mundial de la Salud considera su atención, así como el alivio del sufrimiento físico, como temas prioritarios.

Sin embargo, los especialistas explican que aún persisten algunas barreras que restringen la capacidad de respuesta de los sistemas sanitarios. Por ejemplo, la falta de información acerca de esta afección y del manejo adecuado de los tratamientos según el tipo de paciente, la carencia de programas de formación médica en la materia y el limitado acceso a los tratamientos posibles.

Como respuesta, en América Latina hay el triple de personas con dolor crónico de las que existen en el resto del mundo. Al no atenderlos correctamente, y a tiempo, su situación empeora y es cada vez más difícil brindarles el alivio que necesitan para continuar con sus vidas de forma normal.


Estos son los tratamientos para combatir el dolor crónico, según una guía presentada por Grünenthal, Fedelat y la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia:

  • Los no farmacológicos como la fisioterapia, que ayuda a restaurar la función de las articulaciones y mejorar la movilidad del paciente. También son positivos el ejercicio físico, el soporte nutricional y la acupuntura.

  • El apoyo sicológico es el segundo. Este es complementario al tratamiento médico y aporta con un mejor manejo al efecto negativo que el dolor tiene sobre la calidad de vida del paciente.

  • Técnicas intervencionistas es un tercero. Se concilian con el tratamiento farmacológico y evitan o minimizan el sufrimiento del paciente y el incremento en el uso de medicamentos.

  • Entre los tratamientos farmacológicos están los AINES, que tienen propiedades analgésicas, antipiréticas y antiinflamatorias.

  • Y, el uso de opioides que –si se suministran de forma adecuada– pueden ser fármacos altamente efectivos para el control del dolor.

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