La atención inmediata es fundamental cuando se habla de un accidente cerebrovascular. Uno de los desafíos más grandes para Ecuador es la implementación de un protocolo estandarizado o una guía de práctica clínica para el manejo de la enfermedad.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el accidente cerebrovascular (ACV) fue la segunda causa de muerte y la tercera de discapacidad a escala mundial en 2019. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), en 2020 esta enfermedad se ubicó en el tercer lugar de las 10 primeras causas de mortalidad en el Ecuador, con el fallecimiento de 5 102 personas. Al comparar esta cifra con los datos de 2019, es posible determinar que hubo un incremento de 495 muertes (11%).
Trabajar en la prevención y rápido reconocimiento de los síntomas, sumados a la atención oportuna y traslado a un centro médico especializado para atender esta eventualidad, son claves para salvar miles de vidas. El 70% de los pacientes que padece un ACV no puede regresar a laborar y el 30% necesita ayuda permanente para caminar.
Para del Dr. Edwin Bucheli, médico cirujano, “la comunidad, en general, debe informarse respecto a esta patología, porque un corto tiempo de respuesta en su atención puede determinar la vida o la muerte”. Si un familiar o conocido sufre de un ACV, puede detectarse porque presenta dificultad para hablar y entender lo que otros dicen, hay parálisis o entumecimiento de la cara, su fuerza muscular en los brazos y piernas es casi nula (por lo general, se afecta solo un lado del cuerpo).
También tiene visión borrosa o ennegrecida en uno o ambos ojos, o puede ver doble. Hay dolor de cabeza súbito y grave, puede estar acompañado de vómitos, mareos o alteración del conocimiento. Camina con dificultad, tropieza o pierde el equilibrio y la coordinación.
Cuanto más tiempo duren los síntomas, mayor es el riesgo de daño cerebral. Busque atención médica inmediata si observa algún signo detallado, incluso si parece fluctuar o desaparecer. Y comuníquele al personal de salud todo el comportamiento del enfermo. La atención médica inmediata puede preservar la vida del sujeto y aumentar las posibilidades de una recuperación exitosa.
La mayoría de países de Latinoamérica, entre ellos Ecuador, presenta demoras en el tiempo de respuesta en la atención a pacientes con ACV, el cual debe ser máximo de 4,5 horas. Desde este punto de vista, son varios los desafíos para el sistema de salud del país y la comunidad respecto a esta patología.
Existen dos tipos de ACV, el isquémico que se produce cuando un coágulo obstruye un vaso que lleva sangre al cerebro. La arteria se tapa o se vuelve más estrecha, lo que corta o reduce el flujo sanguíneo hacia las neuronas. Puede ser tratado efectivamente con un medicamento que disuelve los coágulos que taponan el bombeo de sangre hacia el cerebro y, de esa forma, restablecer la circulación al área afectada. Y el hemorrágico, que se presenta cuando se rompe un vaso sanguíneo. Puede afectar arterias grandes o pequeños vasos en las profundidades del cerebro. La rotura impide que las zonas circundantes obtengan el oxígeno que necesitan. El tratamiento se centra en controlar el sangrado y reducir la presión en el cerebro. También podría requerir cirugía para minimizar riesgos posteriores.
Otro dato importante es que hay accidentes cerebrovasculares isquémicos transitorios (AIT), cuyos síntomas son similares a los de un ACV, pero suelen durar menos tiempo. Por lo general, no causan daños permanentes. Sin embargo, son un fuerte indicio de que la persona podría soportar un ACV en el futuro, no lo ignore y solicite atención médica de inmediato.
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