Para manejar el sangrado nasal, de oído y el uso de torniquetes se han difundido una serie de prácticas que caen en el mito y pueden resultar contraproducentes. Los métodos adecuados son expuestos por un profesional de la salud.
En el control del sangrado externo se han popularizado acciones que no se ajustan a técnicas efectivas y que, por el contrario, pueden causar severas complicaciones. El Dr. Gerardo Cabrita, especialista en Medicina Interna de la Clínica Adventista, advierte de tres maniobras que deben evitarse o aplicarlas en casos extremos.
El torniquete es una de ellas y es una medida de última instancia. Es aceptable únicamente cuando no existe la posibilidad de acceder a un centro de salud cercano. La obstrucción de la circulación tiende a aumentar los daños por muerte celular, al no llevar sangre a los otros tejidos que están comprometidos.
Es una situación en la cual la hemorragia se ubica en una de las extremidades. Un torniquete se puede aplicar en la raíz del miembro afectado. Para ello, se coloca una toalla enrollada a manera de vendaje, sobre la cual se ejerce la presión necesaria con un cinturón para reducir el sangrado, no detenerlo. Es preciso elevar la parte afectada. También se puede emplear una cuerda con un trozo de vara que al girarla ajuste el dispositivo. Hay que registrar la hora en la que se lo aplicó. Debe ser temporal. Una vez ejecutada la tarea, su liberación se realizará exclusivamente en un centro de atención médica. Al aflojar la oclusión hay el riesgo de perder el coágulo que estaba en proceso de formación. Esto puede complicar el panorama al punto de que haga imposible repetir la operación.
Una de las indicaciones más comunes frente a una hemorragia nasal es que se coloque la cabeza hacia atrás. “Es el peor consejo que se puede dar, es contraproducente y no se lo debe hacer. Los coágulos de sangre se pueden ir por vía aérea y complicar la función respiratoria de la persona afectada”, comenta el especialista.
La recomendación acertada es ubicar la cabeza hacia adelante y hacer una ligera presión sobre el tabique nasal para mitigar la hemorragia. Es beneficioso colocar hielo, porque la baja temperatura ayuda a cerrar las arterias y disminuye el flujo de sangre. La persona va a sentir alivio. La mayoría de las hemorragias nasales desaparecen solas. El tiempo de duración va a depender del sistema de coagulación de cada individuo. Si se lesionó un vaso importante será algo más profusa o sostenida.
En el caso de las fosas nasales se puede colocar un tapón compuesto por algodón o gasa, que detenga el sangrado y ayude a formar el coagulo. En este caso, se recomienda que el paciente respire por la boca, mientras se resuelve el problema.
También pueden producirse hemorragias del oído, que son muy comunes en niños. En este cuadro, lo ideal es no intentar detener la emanación de sangre, porque puede ser por una lesión timpánica o más profunda del oído interno. Dependiendo del traumatismo es posible –incluso– que venga de la base del cerebro, donde puede haber una fractura del hueso temporal, que es el que está más relacionado con el conducto auditivo y produce este tipo de sangrado.
“Cualquier sangrado en el oído se lo debe considerar una emergencia, ya sea porque comprometa el conducto auditivo o porque venga de algún traumatismo de la cabeza. No se debe tratar de detenerlo porque va a empeorar”, concluye el médico.
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