Palidez, sudoración y pulso acelerado delatan la posibilidad de un sangrado que no puede ser observado a simple vista. Estas lesiones son ocasionadas por golpes que rompen los vasos sanguíneos de un órgano. Los más sensibles son el bazo, el hígado y la vejiga.
Una hemorragia se la puede definir básicamente como la pérdida de sangre y es el resultado más común de la mayoría de accidentes. Puede ser externa o interna. La primera, resulta por demás evidente y hasta alarmante; mientras que la segunda está encubierta, pero alcanza altos grados de peligrosidad, de no ser tratada a tiempo.
Es necesario atender al contexto en el que se originan las lesiones. Los accidentes de tránsito o golpes de consideración, sobre todo caídas fuertes, tienen la potencialidad de causar un sangrado interno. La consecuencia inevitable para el paciente que enfrenta este cuadro es ser atendido a la brevedad en una unidad de urgencias.
Cuando el traumatismo se ha ubicado en la caja torácica, hay que observar ciertos signos de alerta. El Dr. Gerardo Cabrita, especialista en Medicina Interna de la Clínica Adventista Americana, explica que “hay órganos que son muy sensibles como el bazo, el hígado y la misma vejiga, que son susceptibles de romperse y que sangran en varios tiempos, porque tienen membranas que los protegen, en una primera fase”.
Este tipo de contusiones no son visibles. Varios indicios pueden encontrarse en la hipovolemia (afección por una grave pérdida de sangre), que se refleja en la palidez de la persona, con exceso de sudoración y pulso acelerado. Esta última reacción, se desarrolla en el momento en el cual el corazón trata de bombear más rápido la poca sangre existente, como un mecanismo de compensación. Existe la eventualidad de que el paciente se desmaye o desarrolle un estado alterado de conciencia, debido a que no llega el suficiente aporte de oxígeno al cerebro.
La víscera lesionada presenta regularmente dos cuadros: el de dolor agudo o uno asintomático, causado por el shock o heridas adyacentes. También es posible que el individuo no pueda expresar correctamente lo que siente, por efecto de encontrarse confundido o semiinconsciente.
En estas afectaciones por impacto, el órgano rompe sus vasos sanguíneos a consecuencia de una acción mecánica. “Se pueden producir derrames pericárdicos (fluido en el saco que rodea al corazón), pleurales (acumulación de líquido adicional en el espacio entre los pulmones y la pared torácica) o fracturas de las costillas, a la altura del pulmón. Ahí se complica el cuadro, porque ya no es solamente la hemorragia interna, sino que existen otros componentes que empeoran la situación del paciente. Todo tiene solución si se llega a una estación de emergencia”, refiere el especialista.
El tratamiento de una hemorragia interna dependerá de múltiples factores como la causa del daño en el órgano, tejido o vaso perjudicado, y la condición médica del paciente, previa al accidente. Si bien en cuadros diagnósticos leves puede sanar naturalmente, lo más probable es que en la mayoría de casos sea necesaria una cirugía de urgencia. Dependiendo de la cantidad de sangre perdida, la vida de la persona puede estar en peligro. En este escenario, siempre la mejor actuación será poner atención a los signos y buscar ayuda profesional inmediatamente.
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