El desarrollo de la inteligencia artificial (IA) posiblemente direccione la evolución de la tecnología humana en este siglo. Uno de los campos de mayor interés es el de la salud. En este ha marcado presencia y seguirá moldeando la forma de abordar a los pacientes.
En la medicina, una de las grandes interrogantes gira alrededor de si estos programas, en un futuro cercano, serán capaces de diagnosticar a una persona o si reemplazarán a los médicos. Para que aquello ocurra, se debe partir de la premisa de que una máquina esté en la capacidad de tomar una decisión, con todo el conflicto ético que conlleva y que, en la actualidad, es asumido por los profesionales de la salud.
Para responder esta inquietud es básico entender cómo funciona la IA. Esto ocurre en dos momentos. El primero parte de los parámetros, con los cuales los técnicos alimentan al programa para cumplir con su función. Es una misión exclusiva y detallada. Si uno de estos sistemas tiene la capacidad de leer mamografías para detectar tumores, por ejemplo, ese será su específico trabajo. No podrá ir más allá. El segundo es la capacidad de machine learning. Jesús Cardeñosa, profesor de Ingeniería lingüística del masterado en IA, que ofrece la Universidad Politécnica de Madrid, lo define como “el conjunto de técnicas orientadas a clasificar información y a aprender de lo que ha ocurrido para predecir el futuro”. Los algoritmos necesitan de datos para nutrir su precisión y conocimiento.
La revisión de imágenes, en la actualidad, es un soporte mayúsculo que brindan estas aplicaciones al trabajo humano. Pueden compararlas con millones de gráficas de pacientes sanos y enfermos para detectar signos insipientes de afecciones, como un naciente cáncer de mama. Esto proveerá al médico los argumentos que le conduzcan a un diagnóstico efectivo, en un cortísimo plazo. Otro modelo beneficioso puede ser la asistencia virtual personalizada, en tiempo real. El servicio médico estaría accesible las 24 horas del día para responder preguntas basadas en la historia clínica.
Según el portal de IBM Watson Health, el área que surge como una de las más prometedoras es la del desarrollo de fármacos, que es exigente en costos y ocupa períodos prologados de estudio. La IA puede aportar en la reducción de ambos factores, creando mejores estructuras de medicamentos y nuevas combinaciones.
El Ecuador vivió una de las primeras experiencias en este campo en el 2020, con la donación de un sistema auxiliar de diagnóstico con IA, por parte de la multinacional Huawei. Con este software se logró detectar a los pacientes, con sospecha de coronavirus, a través del estudio de tomografías. En esa oportunidad, 14 unidades médicas del Instituto Ecuatorianos de Seguridad Social fueron provistas con esta capacidad operativa para enfrentar la crisis ocasionada por el covid-19.
Queda claro que la inteligencia artificial ha llegado como una potente herramienta de apoyo a los médicos, más no a sustituirlos. Con el consecuente beneficio de marcar un importante índice en la reducción de errores y la gestión de medicamentos. Se suma también el hecho de que las personas aún no tenemos la seguridad de dejarnos guiar por un equipo tecnológico. Por lo pronto, la confianza tiene rostro humano y mandil blanco.
